Juntos

¿Cómo podían haber compartido tanto tiempo juntos? Me encontré muchas veces haciéndome la misma pregunta; en realidad, me lo preguntaba cada vez que los veía .

Un día se lo pregunté. Lo explicó como si se tratara de algo muy sencillo, me dijo que habían logrado vivir con más placeres que sombras y que eso les provocaba una profunda alegría con ellos mismos.

Sorprendida con mi insistencia, se explayó. Dijo que aunque conocían casi todo del otro,  era  precisamente eso que ambos supieron ocultar, lo que los mantenía amándose. Que habían podido conjugar todos los tiempos, habían sido novios apasionados y fanáticos de una juventud tan rebelde como lejana; marido y mujer de un presente de amores largos con sabor a alcohol y que serían ardientes compañeros de un futuro de vejez lúcida y calma.

De las muchas cartas que se mandaron, me dijo que ella siempre supo que aquella anunciaba, sin que ellos ni siquiera lo imaginaran, ese largo día de amor que celebraban cada año.

Quise saber más. Buscó en su monedero un pequeño y gastado papel azul, mientras me contaba que cuando él tenía apenas veintidós años y su cabello era largo como el tiempo que tenían por delante, le escribió una poesía que comenzaba con otra de Miguel Hernández:

No puedo olvidar
que no tengo alas
que no tengo mar,
vereda ni nada
con que irte a besar


y que él continuó, para ella, así:
Pero tengo tu amor
impregnado en mi piel
que me hace volar
hasta encontrarte
y amarte a la distancia.


Cada vez, como si fuera un rito, ella volvía a leerla mientras celebraban un  año más juntos.
                                                                    




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