Robos
Le destrozaron la puerta. Luego, fue
tiempo de denuncia a la policía y peritaje
de huellas. Más tarde, la recuperación de una desconfiada tranquilidad. Esta vez decidió poner una puerta blindada
tan costosa como la fortaleza que prometía. ¡Mucho gasto para una maestra!,
pero su temor se lo pedía. La puerta maltrecha quedó en la calle a la espera de
que otro, también ultrajado, la llevara para cerrar otras heridas. Y casi sin
demora se fue, desapareció vaya a saber por qué caminos. Pero un día volvió. Allí
estaba, en el mismo lugar, despojada ahora de casi todo, sin herrajes ni
tornillos lucía con orgullo cada uno de sus orificios esperando otra vida. Y
llegó. Esa mañana ellas salieron de la escuela y caminaron apenas una cuadra en
busca de papel afiche para el cartel. Cuando la vieron sola y doliente, le
dieron otra vida. Y así fue cómo otras maestras escribieron sobre la puerta,
ahora pizarrón, la denuncia de otro ultraje: “Tocá bocina por la escuela pública”. Juntas se encontraron y
marcharon.
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